sábado, 13 de agosto de 2016

Los expertos aclaran mayor fraude científico de la historia

H. Piltdown: la farsa
Piltdown es un pequeño poblado inglés, 200 kilómetros al sur de Londres, donde se escenificó lo que para muchos es el peor fraude científico de la historia. En el lugar, en 1912 el abogado y arqueólogo aficionado Charles Dawson aseguró haber encontrado el eslabón perdido, el fósil que probaba la evolución humana a partir de los simios y demostraba que Charles Darwin tenía razón. El cráneo llenó de fama a Dawson -la nueva especie fue bautizada Eoanthropus dawsonii en su honor- lo promovió de su sitial de “aficionado” pero también llenó de dudas a la comunidad científica. Su relato no coincidía con la evidencia recogida hasta entonces, que ya apuntaba al origen del hombre en Africa, y no en el sur de las islas británicas. Pero Dawson sorteó el escepticismo y hasta su muerte, en 1916, su biografía resaltaba ser el hombre que encontró el eslabón perdido.

Sin embargo, en los años posteriores, su relato y su reputación terminaron por desmoronarse. En 1953 se determinó que el cráneo y el hallazgo eran un fraude. El cráneo resultó ser un homo sapiens de origen medieval (y no de un millón de años, como esgrimió Dawson) y la mandíbula y otras pieazas dentales, pertenecían a un orangután.

Develado el engaño, lo que nunca quedó claro quién orquestó el fraude, si Dawson o alguno de los colaboradores con los que trabajó. Eso hasta ayer, pues un grupo de 11 instituciones científicas internacionales, y después de ocho años de investigación, confirmaron que los huesos provienen de dos o tres humanos y un orangután y que los fósiles falsificados fueron hechos por un solo hombre: Charles Dawson.

“Hemos demostrado en este trabajo sólo hay un orangután, y un sólo falsificador”, dijo Isabelle de Groote, experta de la U. John Moores, de Liverpool  quien dirigió el estudio.

Según la investigación, en la que participó un equipo multidisciplinario de paleobiólogos, historiadores y expertos dentales de ADN antiguo, Dawson usó siempre el mismo orangután. Tras el primer hallazgo en 1912, el abogado siguió excavando la zona, donde aseguró, dos años después de su primer descubrimiento, haber encontrado nuevas piezas dentales de las especie. Pero la investigación, usando técnicas de ADN, confirmó que las piezas dentales encontradas más tarde, eran del mismo orangután.

Además, concluyó la investigación, la forma de trabajo con la arcilla usada para pegar la mandíbula del cráneo y luego las piezas dentales, fue manipulada por una sola persona, usando la misma técnica.


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